Académica de Columbia: “En Chile se vivió un momento populista sin líder”
Camila Vergara, especialista en derecho constitucional y populismo acaba de publicar un libro sobre corrupción sistémica e ideas constitucionales, mientras observa con atención el proceso que vive nuestro país.
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“Me vine a Estados Unidos el año 2005 a estudiar procesos constituyentes, para así poder pensar algo que fuera distinto y más democrático”, cuenta Camila Vergara, doctora en Teoría Política con especialización en derecho constitucional de Columbia University. Vive en Nueva York desde entonces y actualmente se desempeña como docente e investigadora en la Iniciativa Eric H. Holder para los Derechos Civiles y Políticos en Columbia Law School. Cuenta que vendrá a Chile a fin de mes para dictar un curso en la Universidad Diego Portales, aunque llegará después del Plebiscito. No encontró pasajes previos, pero afirma que aunque le gustaría estar aquí ese día, su rol no está en la calle, sino en la teoría. Ahí es donde es más valiosa, dice, y a lo que se ha dedicado los últimos 15 años.
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Licenciada en Historia y Periodismo en la Universidad Católica, Camila realizó las dos carreras en paralelo mientras trabajaba como periodista freelance. Ya titulada quiso especializarse en derecho constitucional para proponer un sistema distinto. En 2006 ganó la beca Fulbright y estudió un Master en Estudios Latinoamericanos y del Caribe en NYU, cuya tesis se tituló Mujeres al poder. Una perspectiva de género de la crisis de representación en Chile, supervisada por el académico chileno, Patricio Navia. En 2012 además obtuvo un Master en Ciencias Políticas en la New School for Social Research.
Cuenta que al comenzar a estudiar cambió de paradigma y pasó de ser partidaria de una democracia radical a suscribir la teoría republicana, reforzando la idea de que la única forma de otorgar poder a la mayoría es a través de un proceso constituyente que integre a las personas. Se dedicó a estudiar la Constitución estadounidense y derechos constitucionales comparados, y luego se especializó en libertad de expresión en Estados Unidos. “Para proponer algo tienes que saber primero cómo funciona la jurisprudencia y desde ahí teorizar. Me interesa hacerlo comunicacionalmente accesible, porque los constitucionalistas resultan dificiles de entender y para mí es lo más fácil del mundo: son las reglas del juego. Mi trayecto es llevar el derecho constitucional a las masas”, dice la académica.
Desde Estados Unidos ha estado siguiendo el debate nacional previo al Plebiscito y trata de anticipar algunos escenarios que podrían darse si gana la opción Apruebo a través de una Convención Constituyente. Lo que más le preocupa, asegura, es que la facultad de veto perpetúe una lógica de intereses que termine por deslegitimar el proceso y se transforme en violencia. “Los partidos políticos, de izquierda y derecha, y las corporaciones, adhieren a una ideología para poder camuflar sus intereses. Los que quieren mantener el sistema son los que se benefician de él. Entonces van a crear una justificación teórica para presionar sin quedar como corruptos”, dice la investigadora.
Como estudiosa de los populismos señala que el concepto ha caído en definiciones abstractas y erróneas. “El populismo desde el siglo XVIII en Rusia y en Estados Unidos, y después en Latinoamérica, es un movimiento de las clases bajas que no están representadas y que eligen a un líder para cambiar su situación. Algo parecido a lo que en Rusia fue el socialismo previo al marxismo. No se trata de eliminar la propiedad privada, sino de que la mayoría pueda acceder a ella. La política de la gente común y corriente; eso es para mí el populismo”. Así lo sostiene en un libro que publicará y que se titula Populismo plebeyo. Teoría y praxis de la política revolucionaria.
La desigualdad socioeconómica presente en Latinoamérica, asegura la cientista política, hace que la región sea tierra fértil para los denominados líderes populistas, pero ese no es el caso de Chile, porque aquí no habría representantes políticos de fuerza popular. “En octubre del año pasado se vivió un momento populista sin líder. Y no creo que salga electo un presidente populista en Chile”, señala. Agrega que el desafío siguiente será implementar la nueva Constitución: “Tenemos que entender que escribir la Constitución no significa nada. La única forma de llevar eso a la práctica, es cuando el Ejecutivo contemple el presupuesto para poder materializar los derechos de la gente. Se dice que la hoja en blanco jurídica es una amenaza pero no tiene ningún peso sin materialidad”. De todas maneras, resume: “Sin Constitución no hay cambio”.
Hace algunas semanas publicó el título Systemic Corruption. Constitutional Ideas for an Anti-Oligarchic Republic (Princeton University Press), y una versión más acotada y customizada para Chile: La República Plebeya (Editorial Sangría). Luego de estudiar procesos constituyentes y cartas magnas europeas, latinoamericanas y de Estados Unidos, Vergara plantea que existe, en los distintos países, una corrupción sistémica, es decir un marco legal y político que beneficia a unos pocos: “No es algo ilegal, sino que es simplemente poco ético y no está normado. El sistema mismo no funciona para beneficiar a la mayoría”.
Respecto de la actual Constitución de 1980, comenta que esta fue creada para insular aún más a los representantes del pueblo. “La democracia chilena no tiene ninguna representación popular. La gente solamente puede votar por otros. Esa es la base de las democracias representativas hoy: votas por otro para que gobierne, supuestamente bien. Pero cuando las elites se tienen que vigilar a sí mismas y tienen poca presión popular, se corrompen fácilmente”, apunta. E insiste en que no se trata de una casta política, si no que del sistema jurídico completo.
La experta constitucional anticipa que a pesar del Covid-19, la participación electoral será alta. “Participar de un plebicito es una forma de autodeterminación que empodera. No estás eligiendo a otro, estás tomando una decisión como ciudadano y eso es algo que casi nunca hacemos”, afirma. Vergara cita otras experiencias constituyentes de Latinoamérica y sus inconvenientes: dice que en Venezuela se redactó una Constitución chavista, que una vez muerto Chávez y desarticulado su legado, quedó sin conexión con la gente; en el caso colombiano, afirma, la nueva constitución surgió como iniciativa popular pero luego fue cooptada por las elites; en Bolivia hubo un proceso participativo pero finalmente tampoco se le otorgó poder real a la gente; en Ecuador la carta magna ha entrado en pugna con el Poder Ejecutivo ya que las comunidades locales pueden vetar la extracción de petróleo de ciertos territorios para que no constituyan zonas de sacrificio.
¿El poder plebeyo es sinónimo de revolución? “Teóricamente las revoluciones, son una aceleración en el tiempo del cambio. Se refiere a cambios estructurales en vez de reformas parciales. Para eso necesitas un poder revolucionario en el sentido de constituyente. El poder plebeyo es de censura, de vigilancia, de decir no a leyes opresivas. Eso no significa destruir todo, que es la caricatura de revolución”, explica la autora respecto del tipo de participación ciudadana que propone en su tesis. No se trata, insiste, de cambiar solo el lenguaje, también debe cambiar la estructura de manera participativa y creativa.